Los niños con TDA parecen estar “ausentes” o ensimismados, olvidan cosas, tardan en comprender lo que se les dice y tienen dificultades para percibir detalles importantes. Son niños que, por desconocimiento de su condición, suelen ser tachados de vagos, perezosos, desmotivados o irresponsables.
El D.A. se considera una condición biológica y se identifica correctamente a partir de los 6 años de edad. Aunque desde el primer año de edad del niño las manifestaciones de su condición de inatento pueden hacerse visibles, no podemos confirmar que se trate de un déficit atencional antes de esta edad.
Lo conveniente es acudir a un profesional en el momento en que se detecte cualquier anomalía que pueda hacernos pensar que el niño sufre un trastorno por déficit de atención. El no comprender adecuadamente lo que se dice en clase, no tomar nota en la agenda, no coger apuntes de forma apropiada, la pérdida de detalles e información, etc, pueden llevar al niño a sufrir un trastorno que afecte a su éxito escolar y a desarrollar ansiedad y estrés. Ante la falta de recursos para hacer frente a este trastorno el niño se puede sentir incapaz, distinto al resto, y llegar a una desmotivación y baja autoestima que dañe su bienestar. Con ayuda de un profesional estos niños aprenden estrategias y se dotan de recursos para combatir el trastorno. El sentirse comprendidos y no sufrir unas hiperexigencias es un factor fundamental para su mejoría. Por este motivo tanto la familia como el centro escolar deben conocer la situación y participar en la adaptación de la metodología de aprendizaje.