Cuando hablamos de problemas de conducta nos referimos a una forma de actuar, en exceso, déficit o de manera inadecuada, que se da con cierta frecuencia y persistencia en el tiempo, teniendo siempre presentes, los patrones evolutivos y sociales propios del niño o adolescente.
Los problemas de conducta son más fáciles de identificar debido a su fuerte componente externalizante, es decir, son conductas más visibles, pero en ellas quedan enmascaradas otras dificultades y conflictos que aunque menos visibles, no menos importantes. Estos problemas pueden ser dificultades a nivel social, emocional, familiar o educativo y que suponen ante todo, un deterioro para el desarrollo adaptativo y saludable del propio niños o adolescente, y por ende el entorno que le rodea.
Las principales características de los problemas de conducta son:
- Agresividad.
- Control de impulsos.
- Retraimiento.
- Hiperkinesia (exceso de movilidad)
- No respeto de las normas sociales.
- Desobediencia.
- Rabietas.
- Lloros frecuentes.
- Mentiras.
- Molesta a los demás.
- No se hace responsable de sus errores, culpando a los demás por ellos.
- Desafío a los adultos.
- Negativismo.
Algunos problemas asociados a los problemas de conducta que podemos encontrar son:
- Problemas de habilidades sociales.
- Problemas cognitivos.
- Baja autoestima.
- Déficit de asertividad.
- Problemas de aprendizaje y rendimiento escolar.
- Problemas emocionales.
- Ansiedad.
- Estrés.
- Sufrimiento.
- Conflictos familiares.
- Pautas de aprendizaje inadecuadas.
Los problemas de conducta en niños o adolescentes son o pueden ser la señal que nos muestre el camino hacia otros problemas asociados, y pueden desencadenar dificultades o conflictos en otras áreas. Que se pueda realizar una evaluación e intervención precoz es fundamental para un pronóstico positivo.