El recién nacido es hedonista y egocéntrico, es decir, busca de forma permanente su placer y la atención inmediata de sus deseos y necesidades, y se considera el centro de todo, el más importante, lo cual le hace ver la realidad del mundo desde una única perspectiva, la suya.
Además de esto, lo cual es completamente normal hasta los 5 o 6 años como máximo, se le une que el niño no tiene ninguna noción respecto a los valores. Es incapaz de saber lo que es correcto e incorrecto, de ahí la importancia de que la figura adulta que esté a su cargo, le muestre, poco a poco y aprovechando cualquier circunstancia, lo que debe y no debe hacer, para ir orientando al niño hacia el buen comportamiento, tanto en la escuelao en casa, como en la vida en sociedad, pues de no ser así, llegará un momento en el que tendrá que enfrentarse a serios problemas emocionales, profesionales…
Por otro lado el adulto debe ayudar al niño en el aprendizaje del autocontrol, pues en este periodo el niño aprende sobre todo a controlar su genio, sus impulsos agresivos y sus miedos.
Los gritos, golpes, pataletas o insultos son el único modo de comunicación que conocen para llamar la atención y conseguir aquello que desean y que, por una razón desconocida, se les prohíbe. Además, en muchas ocasiones, con este mecanismo, provocan que el adulto les preste atención, simplemente para evitar que el niño continúe armando escándalo, llorando o arremetiendo contra algo o alguien, hecho que consigue que el niño considere que su forma de actuación es la adecuada para conseguir aquello que ansía.
Por ello, en estas edades es crucial para su correcto desarrollo tanto social, emocional e intelectual, ponerles límites, lo cual significa enseñarles que todos tienen los mismos derechos, que existen otras personas en el mundo, que sus derechos acaban cuando terminan los de los demás, que pueden hacer muchas cosas pero que otras no, que deben aprender a convivir, a tolerar pequeñas frustraciones para que en el futuro puedan superar los inconvenientes de la vida con equilibrio y sensatez, que desarrollen la capacidad de ser paciente, de esperar su turno sin necesidad de discutir o de desistir, que conozcan que no todo el mundo tiene que satisfacer todos sus deseos, y enseñarle que a cada derecho le corresponde un deber.
No obstante, para que todos estos límites sean asimilados y comprendidos por el pequeño, es primordial que el adulto comprenda al niño y le dé ejemplo de los principios que predica y respete tanto la ley como a las personas, pues para el pequeño el adulto es su referente y guía, al cual quiere imitar y parecerse en todo momento.